Ángel no tardó mucho en llegar a la autopista A6, iba en dirección contraria a la mayoría de conductores que entraban a Madrid por la mañana.
Una vez pasada la gasolinera de la Cuesta de las Perdices se sintió libre para descargar adrenalina pisando el acelerador y poniendo el Cougar a 160 km/hora, no le importaba que le pararan ni que le mandaran una multa por correo.
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Lo vio salir del ascensor con paso inseguro, su imponente espalda curvada hacia delante, el sobre con las pertenencias de Paula Reinoso agarrado por sus dedos como garras
–Menuda resaca debe de llevar encima …– pensó Fernando.
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Tras un sueño inquieto poblado de imágenes protagonizadas más por Ángel Iglesias que por Paula Reinoso, Eusebio decidió levantarse a las seis y media y enfiló la ducha.
A las siete ya estaba dentro de su Toyota y llamó al móvil de Fernando.
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